domingo, 17 de mayo de 2015

La indiferencia mata

Dicen los sabios: la negación del amor no es el odio, sino la indiferencia
Es sano que, luego de transcurrido un proceso de despedida del amor que nos unió a alguien: nos liberemos. Sin embargo, esto no debería entrañar indiferencia, sino por el contrario, una genuina despedida conlleva agradecimiento, perdón, comprensión y respeto de ese amor que motorizó nuestros pensamientos, sentimientos y acciones.
Todo lo amado, y lo vivido, se incorpora a nuestra existencia otorgándonos identidad. Es perjudicial para nuestra evolución ser indiferentes con aquello que nos constituye.
 ¡Atención, que se entienda bien! Cuando el amor concluye, específicamente en las relaciones de pareja, es muy conveniente liberar, debemos dar lugar a lo nuevo. Lo dicho no significa que nos resulte indiferente la buena o mala fortuna de aquel que otrora fue el depositario de nuestro amor.
En los tiempos actuales, muchas veces confundidos, dejamos que la indiferencia atraviese nuestras relaciones familiares y sociales.
Algunas situaciones frecuentes de indiferencia: 1) los padres que “no tienen tiempo” para ocuparse de las actividades, sentimientos y pensamientos de sus hijos; 2) los hijos adultos que se desentienden de las necesidades de sus padres mayores; 3) los familiares más favorecidos por la fortuna que desaíran a los menos beneficiados; 4) las exparejas  de buen vivir que son apáticos a las penurias de aquél con quien compartieron proyectos, hijos y un extenso período de su vida.
La indiferencia social es abrumadora: 1) miles de niños pasan hambre, 2) millones de personas viven en condiciones de indigencia; 3) el consumo obsceno de los recursos del planeta que dejará a nuestros descendientes un hábitat desbastado. Y mucho, mucho… más se podría decir de cómo la indiferencia mata nuestra extraordinaria capacidad de amar.

Filosofar sobre el amor se torna perentorio, necesitamos amar más y mejor. Aprender a amar es una decisión,  y requiere esfuerzo. Tal vez, como nos decía la Santa Madre Teresa de  Calcuta “debemos aprender a dar hasta que duela, eso es Amor”. 
©Margarita Llada

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