martes, 24 de febrero de 2015

El dinero, dinamizador del intercambio de energía

La dinámica dominante –que transita el estadío de Conciencia Egocéntrica- y que subyace en el actual Sistema Capitalista es: el que más energía tiene más puede acumular. 
Si imaginamos al planeta, sus recursos naturales y a los seres humanos como elementos de “un gigantesco cuerpo”, podríamos visualizar al dinero como la sangre que transporta los nutrientes (o energía) hacia los distintos órganos de ese gigantesco cuerpo. 
Según circule el dinero, se distribuye la energía: unos recibirán más, otros acumularán, otros recibirán menos. El uso que le damos al dinero (es decir, cómo hacemos que circule) está directamente relacionado con nuestra percepción, comprensión y habilidades de experimentación, es decir, con los estadíos de conciencia que transitemos como individuos, sociedades y civilización.
El entendimiento de cómo intercambiar se ha transformado, a través de los tiempos,  acompañando la evolución de la conciencia humana. Así, en las primitivas tribus entregar algo de igual estima era la forma de dinero posible: el trueque. Gradualmente, en la Edad Media, las formas de dinero mutaron a la entrega de dominios al soberano, (granos, trabajo, tierras, o la cesión de la propia vida). A partir del siglo XIV, con el progreso del mercantilismo, la caída del Absolutismo y la emergencia de los Estados Modernos, las formas de dinero se tornaron más sofisticadas y dinamizaron una particular modalidad de circulación de la sangre del “gigantesco cuerpo planetario”: la concentración de dinero –energía- en unos pocos; en el siglo XXI, el fenómeno se agudizó, y aceleró, empujado por: la aceleración del desarrollo tecnológico,  el crecimiento de la población mundial y el inminente agotamiento de los recursos naturales.
En nuestro tiempo, los Estados (cada país) mediante leyes específicas determinan cuál es la moneda de curso legal,  regulan la emisión y definen políticas sobre cuál es el costo del dinero (es decir, rentabilidad o intereses).
Según lo dicho, no estaría permitido que los particulares emitan su propio dinero, un tema que amerita una profunda discusión desde múltiples perspectivas: ¿es cierto que los particulares no emiten dinero? ¿Por qué no podrían hacerlo? ¿Qué sucedería si determinados grupos acordaran establecer un dinero socialmente aceptable para ellos? Lo cierto, en el mundo existen más de 2.000 sistemas monetarios no convencionales –no estatales- que emergen con las primeras grandes crisis de los años 90, hoy por hoy, se realizarían más del 25 % de las transacciones humanas en dineros no convencionales mediante los cuales se solucionan necesidades de subsistencia, asistencia social (cuidado de ancianos, enfermos, grupos marginales), recupero ambiental. No menos cierto es que muchas grandes empresas tomaron estas “ideas de dineros complementarios” y las utilizan (ingeniosamente) para fines de consumo (puntos, millas, descuentos, etc.). Tampoco puedo obviar mencionar que los medios de comunicación, dominados por el minúsculo grupo concentrador de la energía, excluyen de las noticias, y pretenden negar, el importante fenómeno de dineros no estatales creados para fines sociales.
Sin ánimo de agotar el tema, podríamos concluir que los Estados controlan y regulan el dinero (y con ello, los intercambios de energía). A su vez, mediante políticas y leyes que se justifican en “específicas teorías económicas” definen cómo la energía debe (o no) circular, acumularse y distribuirse. La lógica dominante –que transita el estadío de Conciencia Egocéntrica- y que subyace en el actual Sistema Capitalista es: el que más energía tiene más puede acumular.
Margarita Llada, autora del libro El Poder Creador de la Conciencia

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