Por Margarita Llada[i]
El 8 de diciembre, el Papa Francisco al encender el árbol de navidad más grande del mundo, una estructura de luces que descansa sobre el monte Ingino, en Gubbio, la ciudad italiana donde San Francisco amansó al lobo, dijo: ''Les deseo una Navidad santa y feliz. Cuando
encendemos la luz del árbol de Navidad, queremos que la luz de Cristo esté en nosotros. Una Navidad sin luz no es Navidad. Que haya luz en el alma, en el corazón. Que haya perdón, que no haya enemistades, tinieblas... Que haya la luz de Jesús que es tan bonita” Sin lugar a dudas, la humanidad necesita encontrarse en común-unión, más allá de nuestras creencias religiosas y tradiciones culturales: es tiempo de un gran abrazo fraterno a nuestros prójimos –o próximos- entregándole lo que sirve de nosotros.
Es evidente, los medios de comunicación, la cultura, los sistemas político y económico han exaltado el egoísmo, el individualismo, el consumismo, la ambición desmedida, la banalidad, el qué me importa, la falta de compromiso.
Según nos exhortan los grandes líderes espirituales, son tiempos de reconectarnos con valores esenciales de la humanidad, tales como: discernimiento, responsabilidad, compasión, generosidad, lo comunitario. En suma, una oportunidad para dejar fluir, en la vida cotidiana, la luz del alma humana.
El servicio, una cualidad del alma
Un sabio maestro tibetano, en su extensa obra, nos enseña que el servicio es una cualidad del alma y que cualquier persona conectada con su corazón amoroso puede entregar lo que sirve de ella. Sí, efectivamente, el servicio es una cualidad del alma que cualquiera de nosotros puede practicar. Continúa ......
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Nota
publicada por Margarita Llada en el periódico el Consultor de Consumidores y
Usuarios de diciembre de 2014.
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