El Santo Padre
Francisco, en un documento de lectura imprescindible, la reciente Encíclica
LAUDATO SI´, se ha pronunciado contundentemente sobre la imperiosa necesidad de
“cuidar la casa común” -el Planeta Tierra-.
En un llamado que
dirige a “cada persona que habita este planeta” nos señala que “Esta
hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del
abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que
éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia
que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en
los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y
en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y
maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre
dolores de parto». Olvidamos que nosotros mismos somos tierra. Nuestro propio
cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da
el aliento y su agua nos vivifica y restaura.”
El comunicado papal,
publicado el 24 de mayo último, recoge aportes de sus antecesores, especialmente
de San Juan Pablo II y Benedicto XVI, y nos recuerda que San Francisco de Asís “es
el santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología,
amado también por muchos que no son cristianos”.
Nos impele al “desafío
urgente de proteger nuestra casa común que incluye la preocupación de unir a toda
la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues
sabemos que las cosas pueden cambiar”. Reconoce, alienta y da gracias “a todos
los que, en los más variados sectores de la actividad humana, están trabajando
para garantizar la protección de la casa que compartimos”. Hace “una invitación urgente a un nuevo
diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta”. “Necesitamos
una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos,
y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos. El movimiento
ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha generado
numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la concientización.
Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis
ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino
también por la falta de interés de los demás”.
El documento consta
de 6 CAPÍTULOS, que tratan, de manera simple, directa y esclarecedora:
1)
Lo que le está pasando a nuestra casa, donde aborda los problemas y causas de: a)
La contaminación, basura y cultura del
descarte; b) El clima como bien común; c) La cuestión del agua; d) Pérdida de biodiversidad; e) El deterioro de la
calidad de la vida humana y degradación social; f) La inequidad planetaria; g) La
debilidad de la reacción política internacional; h) La diversidad
de opiniones.
2)
Los fundamentos del Evangelio de Jesús para el cuidado de la Casa Común.
3)
Las responsabilidades humanas de la crisis ecológica, donde nos desafía a reflexionar sobre: a)
la creatividad humana, sus límites y posibilidades, y cómo ella suele ponerse al servicio del
poder económico y dominio de los más débiles; b) el paradigma tecnocrático globalizante que “supone
la mentira de la disponibilidad infinita de los bienes del planeta, que lleva a
«estrujarlo» hasta el límite y más allá del límite”; c) las consecuencias del
antropocentrismo moderno, que coloca al ser humano en el centro de la creación,
y “termina dando prioridad absoluta a sus conveniencias circunstanciales, y
todo lo demás se vuelve relativo”; d) la necesidad de preservar el trabajo
humano; e) las posibilidades y límites de la innovación biológica.
4)
La necesidad de una Ecología Integral que incorpore las dimensiones humana y
social, promueva una ecología cultural, la práctica ecológica en la vida
cotidiana y el principio del “bien común” que incluya a las generaciones
futuras.
5)
Algunas
líneas de orientación y acción para delinear grandes caminos de diálogo que nos ayuden a salir de la espiral de
autodestrucción en la que nos estamos sumergiendo.
6)
Una educación
y espiritualidad ecológica mediante
la cual se tome conciencia “un origen común, de una pertenencia
mutua y de un futuro compartido por todos”
Un servidor de la humanidad, el Papa Francisco, confrontando
a poderosos intereses, nos ha exhortado, a todas las personas de buena
voluntad, sin importar nuestros credos, a
“cuidar la casa común” ¿Lo escucharemos? ¿De qué manera podemos participar?
Si lugar a dudas, los grandes cambios se inician con
pequeñas acciones, todos podemos, en alguna medida, contribuir al cuidado de
nuestro hogar planetario.
Margarita Llada
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